miércoles, 18 de agosto de 2010

¿Arrimar el hombro?



Son tiempos de crisis, nadie duda de ello. Resulta que en estos tiempos tempestuosos se ha puesto de moda un pensamiento que esconde la impunidad de aquellos que la provocaron. Esta moda es la de “arrimar el hombro” para salir de la crisis, o el “esto lo arreglamos entre todos”. Suena de algo, ¿verdad? Ahora bien, ¿alguien ha visto que las grandes fortunas de este país arrimen el hombro? Con esta pregunta abrimos la caja de los truenos.


Es bien sabido que en tiempos difíciles cada uno intenta limpiar la conciencia echando mierda sobre los demás o asumiendo (o haciendo asumir, que es aún peor) que todos tenemos un papel similar ante una situación complicada. Para empezar habría que dudar de la base sobra la que se parte en esos tiempos de dificultad. ¿Parte del mismo lugar un empresario que deja de tener beneficios o un trabajador en paro, con la mujer en paro, o con toda la familia sin ningún tipo de ingreso? ¿Parte del mismo lugar el empresario que, a riesgo de no mantener el mismo nivel de vida, despide a sus trabajadores y esos mismo trabajadores? La evidencia convierte el “arrimar el hombro” en un insulto a la inteligencia.


Dejando las preguntas retóricas, habrá que desvelar los elementos más dañinos de estos discursos. Estos son, sin lugar a dudas (y es posible que se olvide alguno), la concepción de una sociedad donde sus miembros y sectores parten de la misma posición, cada miembro o sector teniendo su función (los trabajadores a trabajar y los empresarios a despedirlos para crear riqueza) y el escondite donde los culpables se esconden para no pagar por sus destrozos.


El “entre todos” como barniz totalitario


Pese a que mucha gente vea esos mensajes como progresistas, enrollados, con buena intención, etc., la realidad escapa de esa visión. Miremos que personas aparecen en esos anuncios y en esas campañas de dominación cultural y psicológica. ¿Salen peones de la construcción? ¿Lo protagoniza alguna asociación de vecinos, de parados o alguna organización sindical? Otra vez la evidencia nos muestra que representa un insulto a la inteligencia. Queda claro, tan sólo aparecen famosos, de la farándula televisiva, empresarios de renombre como Ferran Adrià, etc.


El mensaje es claro. Todos tenemos que poner un granito de arena para salir del bache, ahora bien, mientras tu ves el futuro incierto, negro y sin perspectiva alguna, nosotros seguiremos con nuestros lujos, con nuestros privilegios, y aquel que diga lo contrario está trasnochado, vive en otro siglo. La maquinaria mediática se pone en marcha y empieza a disparar contra aquellas personas que defienden su sueldo y su existencia, cueste lo que cueste. ¿El “entre todos” servía también para Esperanza Aguirre y su gobierno en el conflicto del metro de Madrid? Ahora queda claro quien paga y quien no. La lideresa y su brunette mediática enfrentando a los trabajadores del metro contra aquellos que lo utilizaban, ellos, mientras, se movían con sus lujosos coches.


Otro aspecto a tener en cuenta. Este tipo de discursos sirven de plataforma para personajillos que se aprovechan para difundir sus tesis. Algunas, que sonarán mucho, pasan por la meritocracia, eso si, con un barniz “apolítico”. Y es que lo apolítico está de moda. Por eso, con una sociedad sin cultura política, acostumbrada al pasotismo, es muy fácil apostar por solucionarlo “entre todos”, o encargándose siempre “los mejores”. Fórmulas abstractas que guardan un trasfondo perverso. ¿Qué son si no las propuestas que aparecen hasta el aburrimiento en la televisión? Son la receta económica que nos trajo al actual desastre. Son un cóctel explosivo que el público traga con facilidad.


Así pues, presentando a la sociedad como un todo sumiso, sin separación de intereses, tenemos preparado el sofrito para servir un discurso totalitario, eso si, con el marketing del buen rollo, para convencer a la gente que debe estrecharse el cinturón, y si hiciera falta hacerse el harakiri. Quizás la palabra “totalitario” sonará grotesca., pero las propuestas meritocráticas, corporativas y demagógicas siempre fueron el rasgo definidor del fascismo, movimiento totalitario renovado, esta vez, con los medios que produjo el capitalismo con la revolución tecnológica del último tercio del siglo XX y principios del XXI. El capitalismo usará todos sus mecanismos para mantener la apropiación privada del trabajo social, allana el camino y le da igual si se trata de una dominación light o de una dominación violenta y represiva. Mientras tanto, utiliza sus medios publicitarios para establecer un sentido común.


El “entre todos” como escondite de convictos


Ahora bien, para establecer dicho sentido común necesita que no se señale a sus cabecillas y sus secuaces como culpables de la situación. No nos extrañemos como, por ejemplo, en los casos de corrupción política se machaque el papel de los representantes políticos; es evidente que atacar a un empresario costaría mucho más caro que difamar a sus representantes. La cuestión es mantener la figura del señorito intacta, la de sus secuaces es un pequeño detalle que la justicia pasará por alto, ya sea en las condiciones carcelarias o en las leves penas que les impondrá. Y es que hecha la ley, hecha la trampa.


Resulta que para dejar impoluta la imagen de los culpable de la crisis existen los medios para esconderlos. Su escondite actual, en el caso de España y por el momento, no son las fuerzas de choque, el horizonte revolucionario en el occidente capitalista (salvo quizás, y apurando, Grecia) es algo muy remoto. Ahora se utilizan las herramientas de distracción, la televisión es una gran plataforma para llevar a cabo dicha misión, sea al coste que sea, si hay que reducir la calidad cultural, pedagógica y divulgativa en detrimento de la ciudadanía se hace y punto.


El margen de maniobras en la tribuna pública es inexistente, la expresión de posicionamientos sobre los asuntos que determinan nuestras vidas es imposible en unos medios de comunicación cuyos propietarios marcan la linea editorial, sencillamente; el que pone el dinero dice lo que hay que decir, pasan de medios de comunicación a plataforma mediática. Las cosas por su nombre.


Así pues, podemos ver como mientras se lanzan los mensajes del “esto lo arreglamos entre todos” empresarios, millonarios y personajes mediáticos esconden, con las buenas intenciones de los mensajes abstractos, la cruel realidad. La máscara amable de la crisis protege a aquellos que la trajeron, ellos se lo guisan y nosotros nos lo tragamos.



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