domingo, 5 de septiembre de 2010

Laporta y Berlusconi


Hacía tiempo que no me planteaba publicar ningún post por la escasez de temas interesantes a tratar o por la falta de tiempo típica de las épocas de exámenes; no lo tengo muy claro, pero por “h” o por “b” no he escrito nada. Y esta era una magnífica oportunidad para escribir algo que, como no, concierne al circo político, al espectáculo rocambolesco que se produce dentro y fuera de los hemiciclos occidentales (mejor digamos burgueses) y orientales. Después del mazazo del Tribunal Constitucional se ha desatado la furia independentista; creen que el obstáculo que les suponía el federalismo ha muerto y ahora se disponen a crear candidaturas por la independencia, coaliciones unitarias donde solo hay un partido y escisiones en favor de la unidad.


El que no podía fallar en todo esto era el señor Laporta. Conocido por su faceta de presidente mediático del Barça hizo el salto, nada esperado (nótese la ironía), a la política-ficción. Primero hizo sus pinitos con Reagrupament, curioso nombre para denominar a una escisión. A continuación vino el fin de su etapa como presidente del Barça. Fue entonces cuando creo Democràcia Catalana e hizo un llamado a la ciudadanía y a los partidos políticos, que apostaran por la independencia, a unirse a su proyecto (el hombre no tiene un pelo de tonto). El amor y el orgullo patrio le llamaron, como a Juana de Arco, a tomarse el salto a la política (aún suerte que no emuló a la heroína francesa en lo armamentístico) como algo que debía hacer por su país. Todo un héroe.


Resulta que, ahora, tenemos a otro Berloscuni en nuestro país. Ningún otro personaje mediático o político había tenido tanta geta, ni había tenido tan buen trampolín, como Laporta para entrar en la política; de la nada creó un partido y una coalición, salió en los medios y nos dotó de una alta dosis de demagogia populista y nacionalista. Las coincidencias con el presidente italiano no son casuales; el liberalismo parlamentario necesita de estos personajes para continuar existiendo. Parecen nuevos actores en un teatro desgastado, pero la realidad deja en evidencia que no hay nuevas incorporaciones en el reparto; su programa económico y social es el mismo, o peor, su intención es la misma (la poltrona y las ventajas fiscales) y sus ganas de joder a la gente trabajadora es igual o más perjudicial. Ahora toca ver si Laporta se convierte en el nuevo Berlusconi.


De convertirse en presidente, el ex-presidente del Barça, apuesta por proclamar la independencia unilatermente e integrarse en la Unión Europea. Pongo la mano en el fuego que de ser presidente, primero, no proclamaría la independencia y, segundo, en caso de que lo hiciera, no se integraría en la UE por una cuestión de peso: lo tendrían que aceptar los 27, y entre ellos está España. No se le escapa a nadie con dos dedos de frente que este personaje es un bufón en la corte liberal, una especie de nuevo actor de comedia, de chiste malo, que se mete en la piel del político. ¿Qué será lo próximo, poner a María Lapiedra como segunda de lista de Solidaritat Catalana? Entonces Laporta habría dado el paso definitivo para convertirse en el Berlusconi catalán. También le faltaría poseer algún que otro medio de comunicación. De momento, ya tiene su partido político.


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