martes, 10 de abril de 2012

Reflexiones a vuelapluma




Estamos asistiendo a la muerte de las apariencias. El disfraz democrático no le sirve a las clases dominante. La paciencia de las capas populares se está acabando, no pueden tolerar que se haga pagar la crisis a quien no la ha provocado y que les regalen nuestro dinero a quien si es culpable. Y como se está acabando la paciencia, y la gente está saliendo a la calle, el Estado nos ata en corto. La antigua (que no aticuada) teoría del Estado según la cual se erige como un aparato de represión de la clase dominante se ve con más claridad. Con la prisión preventiva de Isma, Dani y Javi, con las cargas policiales indiscriminadas, y con muchos más actos represivos, se anuncia que se acabó la época de las apariencias. Empieza la época de la dictadura de la burguesía sin maquillajes ni vaselinas. 

Como también al fin de una época en la que existía un consenso democrático y una cultura política del pacto. Ya se puede hablar de la defunción (incluso del entierro) de la política del pacto. La paz social ya es parte del vocabulario pasado. El lenguaje corresponde a una realidad material, a un presente. Los discursos de CC.OO. Y UGT hablan de pactar, de acordar con los “agentes sociales”. Vía muerta. Lo único que busca la clase dominante, y sus títeres políticos, es que nos arrodillemos para que consigan más beneficios. No están dispuestos a ser flexibles: se juegan la plusvalía. La estrategia y la táctica del momento requiere de un análisis serio: una realidad radical solo se afrenta con propuestas radicales, que van a la raíz. Hay que repensar las formas de lucha, y nuestros objetivos. Tenemos un capitalismo senil y debemos conseguir que muera; revivirlo sería volver continuamente a lo que tenemos ahora.

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