jueves, 7 de agosto de 2014

La moral convergent


Decían que en Cataluña, a diferencia de España, teníamos una derecha civilizada, con valores y rectitud moral. La derecha de aquí era otra cosa, era democrática y gastaba mucho menos en gomina. Era católica también, pero más humanista que la española. Eran más de la redención que del castigo. Más del perdón que de la condena. Era una derecha que en ciertos momentos quería ser de izquierdas. Se sentían cómodos con el Estado del Bienestar y los modelos nórdicos. Decían que no eran unos tiburones, lo suyo era el esfuerzo y el sacrificio. Se sentían cómodos con la democracia. Ellos venían de la Assemblea de Catalunya, nunca vistieron la camisa azul.

Cuando reventó la burbuja la cosa cambió. Algunos se llevaron una sorpresa. De hecho, el discurso seguía siendo el mismo. Los recortes eran provisionales. Eran una cura para mantener el bienestar. Cada año se recortaría menos. Era cuestión de tiempo que la hemorragia parara. Se acabarían los gastos superfluos para recuperar la confianza de los inversores. De ahí a fortalecer los servicios públicos iba un pasito. Lo llamaron “círculo virtuoso”.

Lo realmente virtuoso fue el círculo de intereses organizado desde la calle Córcega. Realmente ese era el teatro de operaciones. Las decisiones reales nunca se toman en los despachos. La sede embargada no es más que eso, un teatro, como el Parlament. Su virtud fue hacer de lo público un negocio familiar, un pozo sin fondo. Para ello necesitaban una red de subordinados, perfectamente estructurados y vertebrados en todo el territorio. Al núcleo dirigente, las personas de la máxima confianza del padrino, se les exigía pureza democrática y racial. Para los esbirros inferiores no era necesario ese filtro. Muchos pasaron de cantar el Cara al sol a la Santa espina. Su coartada ideológica era sencilla: ellos eran Cataluña. Ellos eran la patria. Atacarlos era atacar la patria.


Su patria, en realidad, era su familia y sus negocios. De hecho, la familia era lo de menos. Solo les unía el dinero. Eran capaces de robarle a su madre, de quitarle la herencia a su hermana. Eran capaces de cualquier cosa. Robarle a tu país, en realidad, es como robarle a tu familia. Su moral es la de los millonarios católicos: en los negocios todo vale, después Dios redentor expiará nuestros pecados. En conclusión: la moral convergent es contraria a cualquier ética.

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