miércoles, 7 de julio de 2010

Fútbol vs. Circo


El fútbol tiene dos vertientes: una estrictamente deportiva y otra socio-cultural. En ambas se teje el patrón de los fenómenos de masas, adquiriendo un matiz borreguil y siguiendo a unos líderes cuyo mérito es el deportivo (el elemento deportivo se convierte en socio-cultural, a la vez que los elementos socio-culturales crean la atmósfera que rodea al evento deportivo). Ahora bien, pocas son las almas que valoran el hecho deportivo en si, sino elementos externos al mero desarrollo del juego. Estos elementos externos podríamos identificarlos en el orgullo patrio, el sentimiento de pertenecer a un colectivo o, en el caso contrario, el sentimiento de repulsa hacia todos aquellos elementos simbólicos externos al hecho deportivo.

Partiendo de este análisis breve y simple podemos empezar a dibujar el retrato o disparar la radiografía de lo que estamos viviendo desde que empezó el mundial: un espiral ascendiente de orgullo patrio españolista que va más allá de lo meramente deportivo. Antes de entrar en debates sobre la cuestión nacional debo decir que no es del interés del que escribe y da vida a este blog entrar en un análisis profundo y que, por lo tanto, entendiendo la complejidad del problema, no entraré a valorarlo.

La intención de estas líneas no es quitar méritos a nadie, sino quitarle el valor añadido a unos pocos: el papel de los jugadores de la selección española como ejemplo de algo o de alguien. El ejemplo que pueden dar, a lo sumo, son los que representan el mero hecho del juego en equipo típicos de la modernidad; véase compañerismo, solidaridad, respeto a unas normas que se marcan para todos, igualdad en el terreno de juego (luego habrá que plantearse la desigualdad por capacidad física), etc. Pero como decía, estos valores derivan del deporte moderno en sí y no de la actual plantilla de un equipo del deporte que sea.

Ante esto, y a sabiendas de las ganancias económicas que van a conseguir los jugadores de la selección española de ganar el mundial, para mi son un ejemplo de dedicación los deportistas amateur o semi-profesionales, que practican asiduamente deporte por una cuestión de oficio y no de beneficio. Casos los hay a patadas; en el fútbol regional, fútbol femenino, baloncesto amateur, etc. Estos representan a la gente de los barrios, ciudades pequeñas y no tienen grandes retribuciones; no tienen casas de lujo, descapotables, novias despampanantes, ni les patrocinan las multinacionales. Estos y estas no representan a España por un motivo: no son multimillonarios y no alimentan la España de la pandereta. Son, simplemente, deportistas; no son monos de feria al servicio de Nike, Adidas o Reebok.

El día en que los deportistas de élite de este país no consigan una gran retribución por hacer un trabajo que no produce ningún beneficio social (hay pocas ocasiones en que ejerzan a la vez de educadores físicos) podrán representarlo. Entonces, con sobradas razones, podremos decir que hemos ganado.

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