La crisis del capitalismo ha agudizado la lucha de clases de una forma que no
esperábamos. Se pronosticaba una profundización de la explotación
hacia los trabajadores, pero no se imaginaba el ritmo tan acelerado
que tendría. Se sabía que la correlación de fuerzas era negativa
para la izquierda, y más aun para la izquierda
radical-transformadora. A mi modo de ver esta correlación de fuerzas
es producto de las últimas décadas en que las respuestas radicales
eran vistas poco menos que como marcianadas y, en lugar de
adecuarlas a una situación de medio-bienestar imaginario, se ha
caído en el más absoluto reformismo y posibilismo. Así pues, a la
izquierda en la actualidad le falta:
- Un programa revolucionario. Mostrar a la clase trabajadora y a las clases populares cuales son sus objetivos finales de transformación de la sociedad, y qué medidas quiere aplicar para hacerlo posible. Sin un programa-marco revolucionario, sin un proyecto de construcción de una nueva sociedad se cae, como se ha caído, en el más burdo tacticismo, se confunde la adaptación del programa a la nueva situación con el abandono de las propuestas revolucionarias. Se llega incluso a adaptar programas de otros espacios, se confunde la confluencia en objetivos de mínimos con el programa (digamos) a largo plazo.
- Una estrategia y una táctica revolucionaria. Falta una hoja de ruta de cómo organizar a la clase trabajadora y a las capas populares para derrocar el poder político, económico y cultural de las clases dominantes. Sobran análisis de cómo nos oprimen y propuestas de cómo solucionaríamos los problemas más candentes desde este sistema. La cuestión no está en qué se debería hacer, sino en cómo nosotros deberíamos organizar a los oprimidos para construir una nueva sociedad. Sobre esto, haría falta desarrollar un plan de trabajo sobre cómo organizar el partido o movimiento de la revolución allí donde se producen las contradicciones del sistema, donde se desarrollan de forma más agudizada las consecuencias del sistema. A partir de ahí, también, desarrollar las tácticas convenientes para organizar a las masas explotadas en esos espacios y hacia donde deberían dirigirse las luchas para llegar al objetivo final.
Todo esto está por
desarrollar a día de hoy. Llevamos décadas de desventaja con
respecto a las clases dominantes que van actuando en función de sus intereses de clase mientras nosotros
intentamos recomponernos, o implosionamos por errores tácticos que
no se asumen mientras se apuesta por la vía de eliminar la crítica sin pensar en los daños producidos.
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