Foto del 13 Congreso del PCC |
Algunas reflexiones que he intentado estructurar (sin demasiado éxito)
La
gente que se reclama del comunismo tiene muchas manías. Una de ellas es
concentrar todos los congresos en un mismo mes. En estas dos semanas hay dos
congresos importantes e interesantes. El pasado fin de semana el del Partit
dels i les Comunistes de Catalunya, y el siguiente el I Congreso de Unidad
Juvenil Comunista, donde se creará la nueva Juventud Comunista a partir de la
fusión de los Col·lectius de Joves Comunistes (CJC), Joves Comunistes (JC)
y nuevas incorporaciones fruto del
proceso de unidad. El primero será importante porque representará una previa de la refundación y más que probable unificación del espacio
comunista catalán. El segundo porque se unirán dos organizaciones (un caso casi
exótico para la izquierda) para crear una nueva organización juvenil. Estos dos
momentos son interesantes porque permiten abrir debates, se da lugar a la
reflexión abierta, al diálogo real y no a las reflexiones interesadas con
objetivos concretos. Así que ahora que estamos en época de congreso aprovecharé
para hacer algunas reflexiones.
Empecemos
con el momento que vivimos. El momento político es el mejor que podríamos
soñar. Existe la expectativa, la posibilidad, de un cambio, de que aparezca una
fuerza política que remueva las aguas de la política y lo refunde todo. Ahora
bien, resulta que los que llevan tiempo reclamándose como la fuerza que lo hará
se ha visto superada por otra de reciente nacimiento. Más allá de la capacidad
de vertebrar esa voluntad de cada cual está claro quien genera ilusión, a quien
se le suma la gente, y a quien no. Sin generar esa confianza ya se pueden tener
todas las estructuras que se quieran, que vertebrar se va a vertebrar poco.
Esto se debe a la poca capacidad de adaptación a las nuevas realidades. Unos
han aprovechado el cambio de época para hacerse liberales y, otros, para
enrocarse. Más allá de lo político, tampoco los movimientos sociales han
generado una gran masa activa, ni ha recuperado la colectividad. Si bien se han
visto grandes movilizaciones, se han despertado conciencias y se han generado
nuevos consensos en favor de las mayorías, no existen movimientos que cambien
la realidad de los barrios y de los centros de trabajo, y afecten a la vida
cotidiana de la mayoría. Tampoco han surgido grandes movimientos con carácter
propositivo, salvo el independentismo. Las iniciativas alrededor de las ILP, si
bien han generado una adhesión (pasiva) muy importante no han conseguido una
activación masiva.
Responder a las necesidades básicas de la gente
No
se han generado espacios suficientes de solidaridad popular para las necesidades
de los sectores más afectados por las políticas antisociales. Si bien la PAH ha
jugado un gran papel en la defensa del derecho a la vivienda, siguen existiendo
otras necesidades como la alimentación, el vestido, etc., que los movimientos
sociales no han trabajado suficiente. La izquierda y los movimientos sociales
deberían tener como prioridad absoluta que se garanticen los derechos
fundamentales. Ahora mismo no sirve hacer de intermediario. Las instituciones
están por otras labores, han abandonado a la gente. Si bien es importante el
trabajo institucional para que se garanticen los derechos lo es más
garantizarlos directamente, desde la organización popular. Se trata de hacer
realidad, de forma directa, los puntos más elementales de todo programa de
izquierdas.
A
la vez, tampoco se tiene un proyecto sólido de lucha contra el paro, más allá
de soluciones parciales, iniciativas concretas que nunca se generalizan o
recetas que no superen las trilladas políticas keynesianas, que no rompen con
el traspaso de las rentas del trabajo al capital. Si bien existen algunas
propuestas para incentivar la activación económica, o llamamientos abstractos
al cambio de modelo productivo, no se sitúa sobre la mesa ninguna propuesta que
rompa con el marco de relaciones sociales capitalistas. Para ser creíbles no
vale con suavizar las políticas de austeridad o aumentar el gasto. Hay que
cambiar las reglas.
Replantear la acción política
Estamos
en una fase en que algo nuevo está naciendo. Para hacerle un favor a Gramsci y
no usar una de sus citas más célebres entre los que solo lo han leído en el
Wikiquote, diré que lo viejo se aferra, se agarra como una lapa, para no
desaparecer. Este “viejo” no es más que una acción política con la institución
como eje único. Todo para tener más cargos públicos. Todo para tener más gente
viviendo de los aparatos administrativos y políticos. Nadie duda que haga falta
gente que se dedique a tiempo completo a la actividad política para que un
proyecto pueda funcionar, lo que no puede pasar es que eso sea el único fin de
una organización. Y en esa etapa estamos. Las organizaciones de izquierdas
centran toda su actividad en la institución, en las elecciones, en mantener la
maquinaria electoral engrasada continuamente.
Lo
nuevo aparece tímidamente, como si le diese miedo aparecer. Más allá de las
contradicciones existentes que dificultan la aparición de un nuevo espacio
político, el bloque popular no tiene una estrategia compartida, va a salto de
mata. Para pasar a la ofensiva es necesaria una mínima coordinación, un
proyecto de país compartido, un programa de urgencia/de rescate y un programa
de transformaciones. Hace falta también partir desde marcos neutrales, sin
apriorismos ni centralidades auto otorgadas, y si hace falta abriendo debates
que se daban por cerrados.
Sin proyecto de país no hay proyecto
La
izquierda no ha tenido claras muchas cosas. Para empezar no ha proyectado un
país desde hace años. Ninguna propuesta concreta, más allá de las
declaraciones. No ha realizado una propuesta que rompa con el “más de lo mismo
pero con otra bandera” de le derecha y del centro (si existe). Siempre ha ido a
remolque, y no solo en lo que tiene que ver con los marcos políticos y las
relaciones territoriales. La apuesta de la República Catalana hecha por Nuet, y
más tarde concretada por una Conferencia Nacional en EUiA, es un acierto
tardío. Acierto porque le da a la izquierda federalista una referencia, una
propuesta de continente en el que se sitúan todas las demás propuestas. Tardío
por su falta de originalidad. Esta propuesta ya fue lanzada con anterioridad
por ERC. Si bien es normal que le sea más fácil a un partido independentista
situar una propuesta concreta en el debate soberanista, la habilidad de
presentarlas en el momento adecuado hace que una fuerza política obtenga la
centralidad o no. Igualmente hay que reconocer su trabajo teórico en este
terreno. Sin muchas de sus aportaciones, que también son colectivas, ahora
estaríamos con unos planteamientos que no se saldrían de las grandes frases de
Lenin, o a mucho estirar de Joan Comorera o Andreu Nin… y la realidad ha
cambiado bastante.
El
proyecto de país no es solo qué status político tiene (Estado federado,
independiente…), sino cómo se configuran sus instituciones, qué modelo social y
económico se plantea, que tipo de infraestructuras se priorizan, como se
comunica el país (de forma centralizada o descentralizada), y un largo
etcétera. De todo esto la izquierda solo tiene propuestas parciales, y nada
concretas. Solo tenemos proclamas que nos dicen que debemos ir a un proceso
constituyente, pero muy poco de en qué deberían consistir las reglas que
queremos configurar para que la cosa cambie.
El método siempre es importante
Las
formas y el fondo de la política son en realidad una misma cosa. Las formas
arbitrarias denotan concepciones personalistas y jerárquicas de la política. La
izquierda no ha renovado su funcionamiento realmente. Ha incorporado
metodología ya existente. Ahora están de moda las primarias, una moda yankee
que hace de la política simple mercadotecnia. La política se ha hecho
definitivamente espectáculo, con mayor o menor audiencia. La izquierda ha caído
también en lo que Zizek llama la pospolítica. Los expertos deciden, el pueblo
opina algunas veces y para cosas sin importancia. El método participativo
radical (el asamblearismo) tampoco garantiza la igualdad de oportunidades, y es
pasto para charlatanes y personas encantadas de haberse conocido. El método por
cooptación es garantía de degeneración, de amiguismos y de escaladores. Es
necesario ir inventando una metodología que extraiga el principio activo de los
métodos útiles, sin caer en fetichismos.
La metodología óptima debería facilitar la participación en igualdad de
condiciones en la toma de decisiones, la transparencia, pero a la vez la
efectividad.
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