martes, 22 de julio de 2014

Ahora que estamos en época de congresos

Foto del 13 Congreso del PCC

Algunas reflexiones que he intentado estructurar (sin demasiado éxito)


La gente que se reclama del comunismo tiene muchas manías. Una de ellas es concentrar todos los congresos en un mismo mes. En estas dos semanas hay dos congresos importantes e interesantes. El pasado fin de semana el del Partit dels i les Comunistes de Catalunya, y el siguiente el I Congreso de Unidad Juvenil Comunista, donde se creará la nueva Juventud Comunista a partir de la fusión de los Col·lectius de Joves Comunistes (CJC), Joves Comunistes (JC) y  nuevas incorporaciones fruto del proceso de unidad. El primero será importante porque representará una previa de la refundación y más que probable unificación del espacio comunista catalán. El segundo porque se unirán dos organizaciones (un caso casi exótico para la izquierda) para crear una nueva organización juvenil. Estos dos momentos son interesantes porque permiten abrir debates, se da lugar a la reflexión abierta, al diálogo real y no a las reflexiones interesadas con objetivos concretos. Así que ahora que estamos en época de congreso aprovecharé para hacer algunas reflexiones.

Empecemos con el momento que vivimos. El momento político es el mejor que podríamos soñar. Existe la expectativa, la posibilidad, de un cambio, de que aparezca una fuerza política que remueva las aguas de la política y lo refunde todo. Ahora bien, resulta que los que llevan tiempo reclamándose como la fuerza que lo hará se ha visto superada por otra de reciente nacimiento. Más allá de la capacidad de vertebrar esa voluntad de cada cual está claro quien genera ilusión, a quien se le suma la gente, y a quien no. Sin generar esa confianza ya se pueden tener todas las estructuras que se quieran, que vertebrar se va a vertebrar poco. Esto se debe a la poca capacidad de adaptación a las nuevas realidades. Unos han aprovechado el cambio de época para hacerse liberales y, otros, para enrocarse. Más allá de lo político, tampoco los movimientos sociales han generado una gran masa activa, ni ha recuperado la colectividad. Si bien se han visto grandes movilizaciones, se han despertado conciencias y se han generado nuevos consensos en favor de las mayorías, no existen movimientos que cambien la realidad de los barrios y de los centros de trabajo, y afecten a la vida cotidiana de la mayoría. Tampoco han surgido grandes movimientos con carácter propositivo, salvo el independentismo. Las iniciativas alrededor de las ILP, si bien han generado una adhesión (pasiva) muy importante no han conseguido una activación masiva.

Responder a las necesidades básicas de la gente

No se han generado espacios suficientes de solidaridad popular para las necesidades de los sectores más afectados por las políticas antisociales. Si bien la PAH ha jugado un gran papel en la defensa del derecho a la vivienda, siguen existiendo otras necesidades como la alimentación, el vestido, etc., que los movimientos sociales no han trabajado suficiente. La izquierda y los movimientos sociales deberían tener como prioridad absoluta que se garanticen los derechos fundamentales. Ahora mismo no sirve hacer de intermediario. Las instituciones están por otras labores, han abandonado a la gente. Si bien es importante el trabajo institucional para que se garanticen los derechos lo es más garantizarlos directamente, desde la organización popular. Se trata de hacer realidad, de forma directa, los puntos más elementales de todo programa de izquierdas.

A la vez, tampoco se tiene un proyecto sólido de lucha contra el paro, más allá de soluciones parciales, iniciativas concretas que nunca se generalizan o recetas que no superen las trilladas políticas keynesianas, que no rompen con el traspaso de las rentas del trabajo al capital. Si bien existen algunas propuestas para incentivar la activación económica, o llamamientos abstractos al cambio de modelo productivo, no se sitúa sobre la mesa ninguna propuesta que rompa con el marco de relaciones sociales capitalistas. Para ser creíbles no vale con suavizar las políticas de austeridad o aumentar el gasto. Hay que cambiar las reglas.

Replantear la acción política

Estamos en una fase en que algo nuevo está naciendo. Para hacerle un favor a Gramsci y no usar una de sus citas más célebres entre los que solo lo han leído en el Wikiquote, diré que lo viejo se aferra, se agarra como una lapa, para no desaparecer. Este “viejo” no es más que una acción política con la institución como eje único. Todo para tener más cargos públicos. Todo para tener más gente viviendo de los aparatos administrativos y políticos. Nadie duda que haga falta gente que se dedique a tiempo completo a la actividad política para que un proyecto pueda funcionar, lo que no puede pasar es que eso sea el único fin de una organización. Y en esa etapa estamos. Las organizaciones de izquierdas centran toda su actividad en la institución, en las elecciones, en mantener la maquinaria electoral engrasada continuamente.

Lo nuevo aparece tímidamente, como si le diese miedo aparecer. Más allá de las contradicciones existentes que dificultan la aparición de un nuevo espacio político, el bloque popular no tiene una estrategia compartida, va a salto de mata. Para pasar a la ofensiva es necesaria una mínima coordinación, un proyecto de país compartido, un programa de urgencia/de rescate y un programa de transformaciones. Hace falta también partir desde marcos neutrales, sin apriorismos ni centralidades auto otorgadas, y si hace falta abriendo debates que se daban por cerrados.

Sin proyecto de país no hay proyecto

La izquierda no ha tenido claras muchas cosas. Para empezar no ha proyectado un país desde hace años. Ninguna propuesta concreta, más allá de las declaraciones. No ha realizado una propuesta que rompa con el “más de lo mismo pero con otra bandera” de le derecha y del centro (si existe). Siempre ha ido a remolque, y no solo en lo que tiene que ver con los marcos políticos y las relaciones territoriales. La apuesta de la República Catalana hecha por Nuet, y más tarde concretada por una Conferencia Nacional en EUiA, es un acierto tardío. Acierto porque le da a la izquierda federalista una referencia, una propuesta de continente en el que se sitúan todas las demás propuestas. Tardío por su falta de originalidad. Esta propuesta ya fue lanzada con anterioridad por ERC. Si bien es normal que le sea más fácil a un partido independentista situar una propuesta concreta en el debate soberanista, la habilidad de presentarlas en el momento adecuado hace que una fuerza política obtenga la centralidad o no. Igualmente hay que reconocer su trabajo teórico en este terreno. Sin muchas de sus aportaciones, que también son colectivas, ahora estaríamos con unos planteamientos que no se saldrían de las grandes frases de Lenin, o a mucho estirar de Joan Comorera o Andreu Nin… y la realidad ha cambiado bastante.

El proyecto de país no es solo qué status político tiene (Estado federado, independiente…), sino cómo se configuran sus instituciones, qué modelo social y económico se plantea, que tipo de infraestructuras se priorizan, como se comunica el país (de forma centralizada o descentralizada), y un largo etcétera. De todo esto la izquierda solo tiene propuestas parciales, y nada concretas. Solo tenemos proclamas que nos dicen que debemos ir a un proceso constituyente, pero muy poco de en qué deberían consistir las reglas que queremos configurar para que la cosa cambie.

El método siempre es importante


Las formas y el fondo de la política son en realidad una misma cosa. Las formas arbitrarias denotan concepciones personalistas y jerárquicas de la política. La izquierda no ha renovado su funcionamiento realmente. Ha incorporado metodología ya existente. Ahora están de moda las primarias, una moda yankee que hace de la política simple mercadotecnia. La política se ha hecho definitivamente espectáculo, con mayor o menor audiencia. La izquierda ha caído también en lo que Zizek llama la pospolítica. Los expertos deciden, el pueblo opina algunas veces y para cosas sin importancia. El método participativo radical (el asamblearismo) tampoco garantiza la igualdad de oportunidades, y es pasto para charlatanes y personas encantadas de haberse conocido. El método por cooptación es garantía de degeneración, de amiguismos y de escaladores. Es necesario ir inventando una metodología que extraiga el principio activo de los métodos útiles, sin caer en fetichismos.  La metodología óptima debería facilitar la participación en igualdad de condiciones en la toma de decisiones, la transparencia, pero a la vez la efectividad. 

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