Decían que en Cataluña, a
diferencia de España, teníamos una derecha civilizada, con valores y rectitud
moral. La derecha de aquí era otra cosa, era democrática y gastaba mucho menos
en gomina. Era católica también, pero más humanista que la española. Eran más
de la redención que del castigo. Más del perdón que de la condena. Era una
derecha que en ciertos momentos quería ser de izquierdas. Se sentían cómodos
con el Estado del Bienestar y los modelos nórdicos. Decían que no eran unos
tiburones, lo suyo era el esfuerzo y el sacrificio. Se sentían cómodos con la
democracia. Ellos venían de la Assemblea de Catalunya, nunca vistieron la
camisa azul.
Cuando reventó la burbuja
la cosa cambió. Algunos se llevaron una sorpresa. De hecho, el discurso seguía
siendo el mismo. Los recortes eran provisionales. Eran una cura para mantener
el bienestar. Cada año se recortaría menos. Era cuestión de tiempo que la
hemorragia parara. Se acabarían los gastos superfluos para recuperar la
confianza de los inversores. De ahí a fortalecer los servicios públicos iba un
pasito. Lo llamaron “círculo virtuoso”.
Lo realmente virtuoso fue
el círculo de intereses organizado desde la calle Córcega. Realmente ese era el
teatro de operaciones. Las decisiones reales nunca se toman en los despachos.
La sede embargada no es más que eso, un teatro, como el Parlament. Su virtud
fue hacer de lo público un negocio familiar, un pozo sin fondo. Para ello
necesitaban una red de subordinados, perfectamente estructurados y vertebrados
en todo el territorio. Al núcleo dirigente, las personas de la máxima confianza
del padrino, se les exigía pureza democrática y racial. Para los esbirros
inferiores no era necesario ese filtro. Muchos pasaron de cantar el Cara al sol a la Santa espina. Su coartada ideológica era sencilla: ellos eran
Cataluña. Ellos eran la patria. Atacarlos era atacar la patria.
Su patria, en realidad,
era su familia y sus negocios. De hecho, la familia era lo de menos. Solo les
unía el dinero. Eran capaces de robarle a su madre, de quitarle la herencia a
su hermana. Eran capaces de cualquier cosa. Robarle a tu país, en realidad, es
como robarle a tu familia. Su moral es la de los millonarios católicos:
en los negocios todo vale, después Dios redentor expiará nuestros pecados. En
conclusión: la moral convergent es contraria a cualquier ética.
El discreto encanto de la burguesía...
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