lunes, 4 de octubre de 2010

Mercado y cinismo


Si una palabra está en boga a partir de las últimas medidas del Gobierno de Zapatero es aquella que expresa y describe unas relaciones que mueven la sociedad, que son el eje del funcionamiento de todo Estado y en el que se desarrollan millones de vidas humanas. Pues bien, el llamado Mercado laboral ha tomado una forma inmaterial que no le corresponde. De una realidad humana, del mercado de trabajo, es decir el intercambio de la fuerza de trabajo por un salario en una relación contractual, se ha hecho una expresión vacía de todo rasgo humano en paralelo a la cosificación y a la asimilación del ser humano con la máquina.


No resulta extraño que un ministro o el responsable de turno de la cartera de trabajo hable del paro, de las condiciones de contratación, salariales o de despido con una frialdad que sobrepasa el cinismo. Se habla de recortes en los sueldos sin tener en cuenta las consecuencias catastróficas que tienen sobre los actos cotidianos y sobre la vida de millones de personas. Se habla del paro o de facilitar el despido con una tranquilidad tan espantosa que denota la lejanía entre el establishment y la gente de a pie. A continuación, salen sus propagandistas a sueldo a hablar en la televisión o escribir para las publicaciones de gran tirada. Se entabla una lucha en el barro del ultraliberalismo entre los que quieren despedir más barato o los que directamente lo quieren hacer gratis; para entrar en el ring vendieron su alma, si es que alguna vez la tuvieron.



Si al principio de esta crisis se hablaba de dotar de moralidad al capitalismo, de dibujarle un rostro humano, las dinámicas actuales distan mucho de esos escenarios abstractos y que nunca llegaron a concretarse. Está claro que para los ultraliberales el hecho de calificar como moral o inmoral a su defendido es dar armas al rival1. De ahí que utilicen sus herramientas ideológicas predilectas: los más clásicos lo disfrazan todo con la pulcra e impoluta objetividad que solo ellos son capaces de ver, los más modernos se dotan del escepticismo, el relativismo o la negación por la negación de todo lo que huela a argumentación científica.



Sus gráficas y sus datos altisonantes, sus discursos rebuscados, sus rankings hechos a medida son armas arrojadizas que utilizan los grandes empresarios para hacer el agosto sea el mes que sea. Solo importa el lucro, al precio que sea, y si es al precio de millones de vidas, pues mejor. En Catalunya son recordados los despidos masivos en factorías de Nissan u otras empresas automovilísticas. Son recordados por los conflictos que conllevaron y por el cinismo con el que el gobierno de la Generalitat trató el tema. Más tarde Nissan anunciaría beneficios2. Los motivos de su actuación no dan lugar a dudas.


Y podríamos hablar de las guerras, invasiones y masacres llevadas a cabo con la intención de abrir nuevos mercados o consolidar los ya existentes. Podríamos hablar del uso de los ejércitos de los estados para beneficio de unas empresas. Quizás haría falta hacer una enciclopedia de todas las actitudes inmorales y alejadas de toda ética que encontraríamos en las entrañas del capitalismo. Por hoy, solo hemos hablado del cinismo con el que actúan sus agentes, que no es poco. Ya se sabe: el dinero mancha las manos.



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1Para más información sobre el tema es interesante la lectura del artículo de Yvon Quiniou, en Le Monde Diplomatique, “La impostura del capitalismo moral”.

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