viernes, 10 de diciembre de 2010

Dejémonos de tonterías!

Hacía ya un tiempo que no aparecía por estos lares, menos que Bin Ladem por los televisores de todo el mundo pero más que las apariciones del top-model político de Obama. Y lo hago a partir de unas reflexiones personales que he ido haciendo, a partir de éstas, las ideas que plasmaré en este blog y que espero que sean de provecho, que provoquen más reflexiones. Debo anunciar, antes de nada, que no se tratarán de reflexiones ni análisis profundos, serán pinceladas (de brocha gorda) sobre el retroceso que, a mi entender, está más que patente en la izquierda transformadora: la crisis ideológica.


Si por algo debe caracterizarse una izquierda que apuesta por la transformación de la sociedad, de la realidad, es por su carácter rupturista. Entendemos que al hablar de ruptura lo hacemos con respecto al estado de cosas del momento (siempre y cuando el estado de cosas no tenga un carácter beneficiario para la mayoría de la sociedad). También, entenderemos, que la etiqueta “transformadora” se coloca en contraposición a una (dudosa) izquierda que intenta gestionar el sistema desde una óptica (dudosamente) progresista. Sin enzarzarnos en las peleas semánticas y terminológicas, iremos al grano.


Lo primero de todo, el triunfo del keynesianismo en la izquierda transformadora. Vemos, pues, como desde incluso IU se plantea el socialismo del siglo XXI como una especie de mezcla, de cocktail, entre keynesianismo en la economía y democracia liberal avanzada en lo político. Como consecuencia, incluso en los círculos marxistas (cercanos a la órbita de IU, me ahorro citar más siglas), se evidencia una paralización de la crítica de elementos centrales del capitalismo como el trabajo asalariado; no la crítica infantil hacia los trabajadores por no tener otra que vender su fuerza de trabajo, sino al hecho de que es el trabajo asalariado una forma de esclavitud moderna, la principal forma de dominación. Incluso se retrocede en no presentar al capitalismo como inviable de todas formas; se buscan los parches pero no las mazas que lo destruyan.


Se entiende que hay prioridades políticas, que se está en un momento de desbandada (apelar al repliegue táctico sería ser muy generoso) y que debemos posicionarnos a la defensiva. También podemos entender que hay que defender los derechos sociales mínimos que están en peligro. Ahora vienen las preguntas ¿eso justifica que debamos defender un modelo de estado social que no es el nuestro? ¿Eso nos debe hacer defender el modelo del pacto social que ata a las organizaciones sindicales al apalancamiento permanente? Y lo más doliente ¿Debemos defender poner un cinturón de seguridad al capitalismo en vez de romper con él? Véase que no utilizo la tópica dicotomía Reforma o Revolución.


Podríamos decir que el arte de lo posible es el principal enemigo de la alternativa; la post-política está tan de moda como la expansión de la cucaracha americana en las cocinas de la España de “sol y playa”. Estas modas, no hace falta hacer mucho hincapié, son insalubres, anti higiénicas y perjudiciales. La modernidad de la izquierda, su actualización y desarrollo no vendrá nunca por el retroceso, el auto engaño ni el abandonamiento de los fundamentos teóricos de nuestro análisis y de nuestras propuestas. El control de los medios de producción por parte de la clase trabajadora y la construcción de un auténtico poder del pueblo (la democracia en su máximo desarrollo) son puntos irrenunciables. Quizás tendríamos que hacerle menos caso a los programas electorales y más a los pogramas de largo alcance; sería a partir de entonces cuando el debate teórico y programático tendría mucho más calado, su discusión colectiva daría muchos más frutos que la intervención divina de gurús de la política de corto alcance.


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