lunes, 21 de enero de 2013

Recuperemos las tradiciones revolucionarias. Hoy: la guillotina

La guillotina como símbolo de la ruptura histórica


[AVISO: siempre que se menciona a la guillotina en este breve artículo se hace como símbolo]

El 21 de febrero de 1793 Luis XVI fue guillotinado. Sin más, la revolución que iba a suponer un punto de inflexión para la humanidad acabó con el monarca. No sólo se aniquiló físicamente a un tirano, a una figura del poder; se hizo desaparecer a la cabeza visible de toda una época. Una época dominada por una determinada clase y por el régimen de perpetuación y legitimación de sus privilegios. La eliminación física de una persona, o una serie de personas, puede parecer un exceso. En la visión conservadora sólo la violencia revolucionaria supone un exceso. La violencia cotidiana, la de la explotación y expolio social, característico de toda sociedad de clases, no existe; es la propia naturaleza de las sociedades humanas.


Así pues, todos los enemigos de la Revolución Bolchevique se sumaron en una denuncia al unísono sobre la violencia ejercida por las hordas rojas. Es cierto que en la historia del primer Estado proletario hubo momentos de excesos, persecución política incluso contra miembros de la misma dirección del país, asesinatos, etc. Todo eso es cierto, aunque siempre ha sido hiper-magnificado por la propaganda de Guerra Fría. Negarlo es colocarse al nivel de los revisionistas del holocausto. Los episodios más negros de esa experiencia no son -ni pueden ser- por otra parte una enmienda a la totalidad. Ni lo pueden ser hacia los procesos revolucionarios, de ruptura histórica. Colocarse en esa posición es no conocer, de partida, históricamente ningún proceso de este tipo, o bien situarse del lado conservador-reaccionario. Más allá de la buena fe, del talante pacífico, del pacifismo militante, la realidad acostumbra a ser radical y violenta. Cuando llega el momento en que el conflicto existente se hace cada vez más palpable, cuando la realidad se nos presenta tal como es, la violencia está servida. Aun así, tampoco hay que caer en respuestas primarias; las respuestas que tienen que ver con los instintos generan episodios muy oscuros. El fascismo (y las formas que toman en cada momento las tropas de choque del capital) precisamente intenta prender por esa vía la mecha del malestar social existente. Y además, lo que llamamos respuesta primaria (darle la culpa al que parece el culpable más cercano) es alimentada por estos mismos grupos. Crear enemigos “fáciles” es de hecho el mejor cinturón de seguridad de cualquier sistema ante una situación de conflicto abierto.

La guillotina, en todos los casos, representa precisamente lo contrario. Es una enmienda a la totalidad; identificar a los verdaderos culpables, hacer un diagnóstico de conjunto y darle una solución. No es la turba, no es una violencia desmedida. Es precisamente todo lo contrario: es acabar con los símbolos que configuran la representación de un poder que oprime a la mayoría. Es instaurar un nuevo orden, no el desorden. No es deseable, todo el mundo lo sabe. La ruptura nunca será amable ni limpia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario