viernes, 8 de marzo de 2013

8 de marzo. El primer día de la revolución.



 
Esta entrada no es gran parte del que escribe este blog. Es simplemente un fragmento de Historia de la Revolución Rusa, escrita por L. Trotsky. Aunque sea un libro en el que, en algunos capítulos, no deja de ser una autojustificación de las acciones y posiciones que tomó el autor durante el proceso, nos viene bien para conocer de más cerca el desarrollo de los acontecimientos. Pasando por alto esto, querría señalar un fragmento que nos viene muy bien para hoy, 8 de marzo de 2013. El fragmento nos muestra como el Dia Internacional de la Mujer Trabajadora fue el primer día de la Revolución Rusa de 1917, una revolución que marcó la historia del mundo en el Siglo XX. Una revolución que, como en todos los casos, no empezó por la decisión de una cúpula ni por el voluntarismo de cuatro aventureros. Empezó en las entrañas mismas de las clases oprimidas, y en sus sectores más débiles, invisibiles. Una experiencia que nos debería hacer reflexionar a las personas que quieren cambian la situación en la que viven porque la ven tal como es: injusta, indigna y violenta.
Viva el 8 de marzo!  



León Trotsky
HISTORIA DE LA REVOLUCION RUSA 
Capitulo VII
Cinco días (23-27 de frebrero de 1917)


"El 23 de febrero [en el calendario juliano] era el Día Internacional de la Mujer. Los elementos socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día. La organización bolchevique más combativa de todas, el Comité de la barriada obrera de Viborg, aconsejó que no se fuese a la huelga. Las masas -como atestigua Kajurov, uno de los militantes obreros de la barriada- estaban excitadísimas: cada movimiento de huelga amenazaba convertirse en choque abierto. Y como el Comité entendiese que no había llegado todavía el momento de la acción, toda vez que el partido no era aún suficientemente fuerte ni estaba asegurado tampoco en las proporciones debidas el contacto de los obreros con los soldados, decidió no aconsejar la huelga, sino prepararse para la acción revolucionaria en un vago futuro. Tal era la posición del Comité, al parecer unánimemente aceptada, en vísperas del 23 de febrero. Al día siguiente, haciendo caso omiso de sus instrucciones, se declararon en huelga las obreras de algunas fábricas textiles y enviaron delegadas a los metalúrgicos pidiéndoles que secundaran el movimiento. Los bolcheviques -dice Kajurov- fueron a la huelga a regañadientes, secundados por los obreros mencheviques y socialrevolucionarios. Ante una huelga de masas no había más remedio que echar a la gente a la calle y ponerse al frente del movimiento. Tal fue la decisión de Kajurov, que el Comité de Viborg hubo de aceptar. "La idea de la acción había madurado ya en las mentes obreras desde hacía tiempo, aunque en aquel momento nadie suponía el giro que había de tomar." Retengamos esta declaración de uno de los actores de los acontecimientos, muy importante para comprender la mecánica de su desarrollo.

Dábase por sentado, desde luego, que, en caso de manifestaciones obreras, los soldados serían sacados de los cuarteles contra los trabajadores. ¿A dónde se hubiera ido a parar con esto? Estábamos en tiempo de guerra y las autoridades no se mostraban propicias a gastar bromas. Pero, por otra parte, el "reservista" de los tiempos de guerra no era precisamente el soldado sumiso del ejército regular. ¿Era más o menos peligroso? Entre los elementos revolucionarios se discutía muchísimo ese tema, pero más bien de un modo abstracto, pues nadie, absolutamente nadie -como podemos afirmar categóricamente, basándonos en todos los datos que poseemos- pensaba en aquel entonces que el día 23 de febrero señalaría el principio de la ofensiva declarada contra el absolutismo. Tratábase -en la mente de los organizadores- de simples manifestaciones con perspectivas vagas, pero en todo caso sin gran trascendencia.


Es evidente, pues, que la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil, entre las cuales hay que suponer que habría no pocas mujeres casadas con soldados. Las colas estacionadas a la puerta de las panaderías, cada vez mayores, se encargaron de dar el último empujón. El día 23 se declararon en huelga cerca de 90.000 obreras y obreros. Su espíritu combativo se exteriorizaba en manifestaciones, mítines y encuentros con la policía. El movimiento se inició en la barriada fabril de Viborg, desde donde se propagó a los barrios de Petersburgo. Según los informes de la policía, en las demás partes de la ciudad no hubo huelgas ni manifestaciones. Este día fueron llamados ya en ayuda de la policía destacamentos de tropa poco numerosos al parecer, pero sin que se produjesen choques entre ellos y los huelguistas. Manifestaciones de mujeres en que figuraban solamente obreras se dirigían en masa a la Duma municipal pidiendo pan. Era como pedir peras al olmo. Salieron a relucir en distintas partes de la ciudad banderas rojas, cuyas leyendas testimoniaban que los trabajadores quería pan, pero no querían, en cambio la autocracia ni la guerra. El Día de la Mujer transcurrió con éxito, con entusiasmo y sin víctimas. Pero ya había anochecido y nadie barruntaba aún lo que este día fenecido llevaba en su entraña. 

Al día siguiente, el movimiento huelguístico, lejos de decaer, cobra mayor incremento: el 24 de febrero huelgan cerca de la mitad de los obreros industriales de Petrogrado. Los trabajadores se presentan por la mañana en las fábricas, pero se niegan a entrar al trabajo, organizan mítines y a la salida se dirigen en manifestación al centro de la ciudad. Nuevas barriadas y nuevos grupos de la población se adhieren al movimiento. El grito de "¡Pan!" desaparece o es arrollado por los de "¡Abajo la autocracia!" y "¡Abajo la guerra!""

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