sábado, 13 de diciembre de 2014

Desnormalizando a la izquierda

Representació gráfica de la dislexia política


No se puede negar que la irrupción de Podemos en el panorama político ha removido las aguas de la política española. En un inicio la mayoría lo vimos con muy buenos ojos. Por fin, lo que considerábamos “izquierda transformadora” cosechaba más de tres millones de votos. La suma artimética de las pasadas europeas daba a las opciones políticas de esa parte del mapa casi el 20% de los votos. Al principio todo era voluntad de suma. Era previsible que a la izquierda del PSOE surgiera una opción con capacidad para ganar unas elecciones.

Con el paso del tiempo, y de aparecer mucho en los medios (son un buen producto televisivo) Podemos fue cogiendo cada vez más fuerza hasta convertirse en la primera opción en intención directa de voto. La historia ya nos la conocemos. A medida que iba cogiendo peso se iba quitando todo lo que le hacía parecer una opción radical. Parecía que la radicalidad no vendía, y empezaron a centrarse. Se centraron tanto que del “No queremos situarnos en la izquierda o en la derecha del arco parlamentario. Queremos estar en el centro de la política” pasaron al “las candidaturas municipales no tienen que ser de izquierdas”. Obviamente lo que va entrecomillado no son citas textuales pero reproducen lo que Podemos ha ido diciendo o comunicando.



Se podría entender que forma parte de una estrategia para ganar votos a la derecha, pero las encuestas nos dicen que los votantes del partido de Pablo Iglesias vienen del PSOE y de IU de forma mayoritaria. Es decir, que la mayor parte de sus votantes son de izquierdas o han votado a la izquierda. Por lo tanto, no existe de momento un trasvase considerable de votos de la derecha a Podemos, por lo que esa estrategia discursiva no estaría consiguiendo lo que buscaba. Por otra parte, parece que, al contrario, lo que podría estar consiguiendo es una desnormalización de la izquierda. Me explico: la derecha, en su acción comunicativa, normaliza todos sus valores (que ya nos son conocidos). Dispone de instrumentos y de aparatos ideológicos para hacerlo. La izquierda (reconocible), por su parte, lleva décadas sin tener unos instrumentos reales para normalizar sus valores y sus ideas, incluso ha renunciado a ellos. Por poner un ejemplo: la competitividad está normalizada, se vive como algo normal, la solidaridad o el apoyo mutuo se vive como algo extraordinario.

De hecho, esto no es nuevo. No lo ha hecho Podemos. Lo ha llevado haciendo la propia izquierda al asumir como suyos principios éticos y políticos de la derecha. Por ejemplo, la competición entre compañeros de un mismo partido es vivido como algo normal. También, el asumir el programa económico del liberalismo y la imposibilidad de construir una alternativa económica que se escape de los límites del capitalismo. Lo que precisamente se criticaba desde la izquierda es que había perdido lo que le era propio, que estaba irreconocible y que, por lo tanto, iba perdiendo apoyos. El hecho de situarse en la izquierda no te desacredita políticamente, sino el hecho de representarte con una estética que no se corresponde a una ética. Claro y castellano: cantar la internacional o llevar banderas rojas mientras recortas en servicios públicos. Lo que desnormalizaba a la izquierda es que realmente no actuaba como tal.


Para revertirlo, o para crear algo nuevo, lo que no se debe hacer es desnormalizar el significante, la carcasa. Al final, deshacerte por completo de una estética, o rechazarla, es regalarla a aquellos que la prostituyen. Es desnormalizar una cultura política, romper el hilo rojo de la historia. Lo que precisamente se estaba consiguiendo a partir del 15M, recuperar la ética y la estética de la izquierda y construir un nuevo imaginario en el que se podían sobrepasar los límites del capitalismo y de lo establecido, se está viendo solapado por un relato más light en aras de una victoria electoral. Si bien ese nuevo imaginario era muy incipiente, lo que se está dando hoy es un repliegue a la espera de una victoria electoral que lo desencadene todo. De aquí a las elecciones puede llover mucho. Se puede aplicar una agenda de recortes casi irreversibles. De aquí a las elecciones podemos tener un movimiento popular casi desarticulado, o en el mejor de los casos entretenido en preparar la batalla electoral. Y cuando llegue, si ganan ¿Dónde estará ese movimiento popular para defender las medidas del nuevo gobierno? ¿Qué imaginario será el hegemónico? ¿Qué pensará la gente? Y en función de esto ¿Serán mayoritarias las medidas rupturistas? Para esto, lo idoneo sería la normalización de la izquierda radical, no su asimilación al centro. Participar en la desnormalización de la izquierda tendrá sus consecuencias.  

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