Tenía ganas de escribir
unas líneas breves. No sabía sobre qué ni cómo, con lo que he
respescado la actividad de esta semana y la de la anterior. La
cuestión es más bien anecdótica, pero tenía ganas de escribir
sobre ello. La serie Spartacus, una oferta televisiva bastante bien
conseguida, ya sea en los aspectos gráficos, en la actuación y la
caracterización de los personajes, los diálogos y, sobre todo, el
relato-discurso que se desprende de todo ello a la vez.
La primera temporada no
deja de ser una introducción al televidente del mundo de las luchas
de gladiadores. Quizás el rigor histórico de esta serie no sea para
maravillarse; quizás sea para tirarse de los pelos. Lo que si nos
muestra es la mentalidad del esclavo. Un ser humano que, siendo
considerado una cosa -no hay que olvidar que en latín existían tres
géneros (masculino, femenino y neutro) y el que se usaba para los
esclavos era el mismo que para las cosas (el neutro)- desarrolla un
imaginario en el que está unido a una hermandad (en el caso de los
gladiadores) o a una casa. Esta unión no solamente se establece por
la vía coactiva o impositiva, sino también a través de la
mentalidad: el esclavo lo es en tanto que él mismo asume ser una
propiedad, y cuando no es vendido, se vende para saldar las deudas.
Todo esto se rompe como consecuencia de las grandes contradicciones
que existen en el sistema esclavista. Los esclavos se dan cuenta de
cómo son usados (sensu
stricto
) por sus amos, de cómo su domine
les desprecia.
La segunda temporada es
una precuela debido al estado de salud en el que se encontraba el
actor protagonista (finalmente falleció). Esta se centra más, a
grosso modo, en enfocar la
perversidad de las clases dominantes, los conflictos de intereses en
su seno (también aparece en la primera, pero en esta temporada se
hace especial énfasis). Otro de los aspectos que en esta serie
relucen es el concepto de esclavitud como una totalidad: el esclavo
es una propiedad del domine o
de la domina para
servirle en todas sus “necesidades”, sean del tipo que sea (las
escenas de sexo en las que participan los esclavos son recurrentes).
En
la tercera temporada (de momento llevan cinco capítulos) se
desarrolla la revuelta de los esclavos contra la poderosa Roma. Los
patricios ven frustrados los sucesivos intentos de sofocar el
movimiento de esclavos insurrectos. Los seguidores de Espartaco van
asaltando villas, liberando esclavos y atacando a las tropas romanas
con golpes puntuales pero duros. Es interesante ver como, a
diferencia de otras películas que han tratado el mismo episodio, en
este caso los esclavos no siempre responden bien; siempre existen
capas beneficiadas y a la vez alienadas. Los favoritos de sus amos
tienen una serie de ventajas que facilita su mayor sumisión, pero
siguen teniendo la misma condición de esclavo. La enajenación, como
fenómeno que bebe de la praxis, se rompe a partir de hechos
puntuales que cambian la forma de pensar. Esto se refleja en todas
las temporadas, de la misma forma que se refleja las contradicciones
entre los mismos esclavos. Se rompen las cadenas de la esclavitud,
son personas libres, pero mantienen las antiguas formas de
interpretar y de actuar ante la realidad. Y, mientras, los miembros
de las clases dominantes parece que se ensañan en castigar a los
esclavos desobedientes matándolos en el momento (con suerte). Las
divisiones, entre los esclavos rebeldes, por origen geográfico son
claras y producto de la misma configuración de la República de
Roma. Los esclavos que la pondrán en jaque reproducirán, a su vez,
sus contradicciones, sus carencias y sus virtudes.
Fotograma de la primera temporada
Todo
esto con una gran dosis de violencia y escenas de sexo sin censurar
(incluso exagerado). Parece extraño en un país en el que el
puritanismo ha ido ganando terreno de la mano del neo-liberalismo.
Las sociedades occidentales, en estos momentos, necesita ciertas
dosis de adrenalina y muchas otras (en cantidades industriales) de
cultura de la resistencia. Tedio y cabreo ponen el combustible para
que arda la chispa. Mientras, se sientan a ver cada sábado
Spartacus (o cuando tengan
tiempo).
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