miércoles, 29 de febrero de 2012

Sexo y sangre como escusa



Tenía ganas de escribir unas líneas breves. No sabía sobre qué ni cómo, con lo que he respescado la actividad de esta semana y la de la anterior. La cuestión es más bien anecdótica, pero tenía ganas de escribir sobre ello. La serie Spartacus, una oferta televisiva bastante bien conseguida, ya sea en los aspectos gráficos, en la actuación y la caracterización de los personajes, los diálogos y, sobre todo, el relato-discurso que se desprende de todo ello a la vez.

La primera temporada no deja de ser una introducción al televidente del mundo de las luchas de gladiadores. Quizás el rigor histórico de esta serie no sea para maravillarse; quizás sea para tirarse de los pelos. Lo que si nos muestra es la mentalidad del esclavo. Un ser humano que, siendo considerado una cosa -no hay que olvidar que en latín existían tres géneros (masculino, femenino y neutro) y el que se usaba para los esclavos era el mismo que para las cosas (el neutro)- desarrolla un imaginario en el que está unido a una hermandad (en el caso de los gladiadores) o a una casa. Esta unión no solamente se establece por la vía coactiva o impositiva, sino también a través de la mentalidad: el esclavo lo es en tanto que él mismo asume ser una propiedad, y cuando no es vendido, se vende para saldar las deudas. Todo esto se rompe como consecuencia de las grandes contradicciones que existen en el sistema esclavista. Los esclavos se dan cuenta de cómo son usados (sensu stricto ) por sus amos, de cómo su domine les desprecia.
La segunda temporada es una precuela debido al estado de salud en el que se encontraba el actor protagonista (finalmente falleció). Esta se centra más, a grosso modo, en enfocar la perversidad de las clases dominantes, los conflictos de intereses en su seno (también aparece en la primera, pero en esta temporada se hace especial énfasis). Otro de los aspectos que en esta serie relucen es el concepto de esclavitud como una totalidad: el esclavo es una propiedad del domine o de la domina para servirle en todas sus “necesidades”, sean del tipo que sea (las escenas de sexo en las que participan los esclavos son recurrentes).


En la tercera temporada (de momento llevan cinco capítulos) se desarrolla la revuelta de los esclavos contra la poderosa Roma. Los patricios ven frustrados los sucesivos intentos de sofocar el movimiento de esclavos insurrectos. Los seguidores de Espartaco van asaltando villas, liberando esclavos y atacando a las tropas romanas con golpes puntuales pero duros. Es interesante ver como, a diferencia de otras películas que han tratado el mismo episodio, en este caso los esclavos no siempre responden bien; siempre existen capas beneficiadas y a la vez alienadas. Los favoritos de sus amos tienen una serie de ventajas que facilita su mayor sumisión, pero siguen teniendo la misma condición de esclavo. La enajenación, como fenómeno que bebe de la praxis, se rompe a partir de hechos puntuales que cambian la forma de pensar. Esto se refleja en todas las temporadas, de la misma forma que se refleja las contradicciones entre los mismos esclavos. Se rompen las cadenas de la esclavitud, son personas libres, pero mantienen las antiguas formas de interpretar y de actuar ante la realidad. Y, mientras, los miembros de las clases dominantes parece que se ensañan en castigar a los esclavos desobedientes matándolos en el momento (con suerte). Las divisiones, entre los esclavos rebeldes, por origen geográfico son claras y producto de la misma configuración de la República de Roma. Los esclavos que la pondrán en jaque reproducirán, a su vez, sus contradicciones, sus carencias y sus virtudes.
Fotograma de la primera temporada

Todo esto con una gran dosis de violencia y escenas de sexo sin censurar (incluso exagerado). Parece extraño en un país en el que el puritanismo ha ido ganando terreno de la mano del neo-liberalismo. Las sociedades occidentales, en estos momentos, necesita ciertas dosis de adrenalina y muchas otras (en cantidades industriales) de cultura de la resistencia. Tedio y cabreo ponen el combustible para que arda la chispa. Mientras, se sientan a ver cada sábado Spartacus (o cuando tengan tiempo).

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