Antes de empezar. Qué inhabiliten de una vez a la juez Carmen García Martínez
Ayer se estrenó en televisión Ciutat Morta, un documental sobre la Barcelona real, sobre la Cataluña realmente existente. Una Cataluña con una capital que tiene la pretensión de ser un parque temático y busca limpiar las calles de todo lo que le sobra. Para ello cuenta con un cuerpo de desorden público, otrora llamado policía, compuesto de verdaderos energúmenos y deshechos sociales que buscan en su oficio el beneficio del poder absoluto. Una trama político-empresarial y policial capaz de acabar con vidas humanas para conseguir sus objetivos, que se encubre y que actúa con total impunidad. Una trama con cómplices que callan desde la izquierda, con jueces que ejecutan sentencias ya escritas y una prensa que hace de portavoz. Esto es Cataluña y esto es Barcelona; un país y su capital gobernado por una mafia.
Más allá de querer entrar en analizar el documental (seguramente otros lo harán mucho mejor) quiero introducir dos sentimientos fundamentales que transmite a la perfección. El primero es la impotencia. La impotencia de ver lo que es, en su crudeza, la impunidad y la posesión absoluta del poder. La impotencia al ver que la gente corriente no tiene el control absoluto de sus vidas, sino que el poder tiene el total control de todo, y que cuando se pone en marcha no hay brechas, ni hay posibles fugas que se puedan aprovechar. Cae encima de esas personas y tan solo les queda el derecho al pataleo, sin que les escuche casi nadie en muchas ocasiones. La impotencia de ver lo perfectamente ordenado y estructurado que está el sistema para ejecutar un plan, para crear chivos expiatorios que paguen la factura del desorden público y la resistencia a la autoridad. La impotencia, por otra parte, de ver algo ya conocido, que se sabe de su existencia. Asimismo, la impotencia de saber que durante tu vida todo es impotencia, que no tienes el control de nada en tu trayectoria vital, que todas las cartas están más que marcadas.
Otro sentimiento es la venganza. Al principio del documental uno de los protagonistas comenta que él no quiere justicia, que quiere venganza. Quizás las personas acostumbradas a la política de los teletubbie les sonó muy fuerte. Pues bien, la venganza no sólo es un sentimiento natural, sino que lo es entre las personas que durante toda su vida han vivido bajo el control y la sumisión. Todas las personas que para poder tener un proyecto de vida han vivido controladas por unos horarios, por una jerarquía que les ha impuesto sus ritmos de vida y que se ha deshecho de ellas en cuanto las balanzas de ingresos no eran las adecuadas. La venganza es, en realidad, el nervio, la energía necesaria para el cambio.
Para acabar os dejo con la Tesis XII de Tesis de Filosofía de la Historia de Walter Benjamin, que describe al sujeto del cambio como la clase vengadora de todas las generaciones de derrotados. En eso estamos, en vengar a todos nuestros antepasados que perdieron la batalla.
"El sujeto de conocimiento histórico es la propia clase en lucha, oprimida. En Marx se presenta como la última que ha sido avasallada, como la clase vengadora que lleva a término la tarea de liberación en nombre de generaciones de derrotados. Esta conciencia, que por algún tiempo volvió a validarse con Spartacus, repugnó siempre a la socialdemocracia. En el curso de tres décadas logró casi extinguir el nombre de Blanqui, cuyo tañido de bronce había estremecido al siglo precedente. Se complacía en atribuirle a la clase obrera el papel de redentora de generaciones futuras. Con ello le cercenaba el nervio de su mejor energía. En esa escuela la clase desaprendió tanto el odio como la disposición al sacrificio. Pues ambas se nutren de la imagen de los antepasados avasallados, no del ideal de los nietos liberados."
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